No es la primera vez que hablamos aquí de aprendizaje ni será la última. Ya hemos dicho que «hacer un curso es hacer las cosas mejor«, que «aprendes cuando cambias«… Evaluar es, en su primera acepción, señalar el valor de algo. Algunas empresas, pocas, hacen cursos para sus plantillas: ¿señalan el valor de esos cursos?. Desde que estoy directamente en esto de la formación programada por las empresas me ha sorprendido que no se evalúen los aprendizajes: sólo se evalúa la satisfacción de los participantes en las acciones formativas.
Esa es la dinámica general, habrá honrosas excepciones, como en todo. Ya te decía hace casi dos años «EVALUAte, EVALUAles, EVALUAnos«, preguntándote:
¿Estás orientando la formación de las personas de tu organización en el camino correcto?
¿Reciben la mejor formación posible?
Y en esa preocupación-obsesión sigo: Tenemos, tienes, que evaluar lo que estás haciendo, saber si lo que hacer te acerca o aleja de tus objetivos.
Las evaluaciones «institucionales» poco le aportan directamente al capital humano de tu organización, son grandes cifras, grandes análisis, grandes conclusiones. Falta «lo micro», el detalle, tu empresa, ese departamento concreto, ese perfil determinado de personas de la organización y es en eso en lo que estamos trabajando: medir los resultados de las acciones formativas. Y además lo vinculamos al sistema de gestión de la empresa, al plan de calidad… A no ser que lo tengas como un trámite burocrático, claro. En definitiva, se trata de no dar puntada sin hilo, de sacar el máximo partido a nuestra inversión en formación.
Para que veas que esto de la evaluación no es nuevo en la educación te dejo un vídeo con el que me he tropezado en Internet, una historia de la evaluación del aprendizaje: