Seguimos con Davos: análisis y toma de decisiones. Todos los días analizamos multitud de situaciones y tomamos muchísimas decisiones. Diríamos, para no exagerar, que al menos el 90% son decisiones mecánicas: analizo que tengo sed, decido que bebo o, más sofisticado, intuyo que debería llamar a un cliente, le llamo. El tema son esas decisiones importantes, trascendentales que, seamos sinceros, a veces tomamos mecánicamente sin prestarles la debida atención; otras les damos vueltas y vueltas como en un bucle, decidiendo finalmente por agotamiento.
Aquí es donde Davos nos llama la atención. Dos competencias en una: hay que saber analizar y hay que saber tomar decisiones. Para ambas, metodología. No podemos decidir sin pensar, tenemos que dejarnos del “ojo de buen cubero” y analizar los temas (oportunidades, riesgos, opciones…) basándonos en criterios objetivos que podamos medir. La metodología es un conjunto de procedimientos racionales utilizados para conseguir un objetivo; podemos hablar también de algoritmo, entendido como secuencia de pasos lógicos que nos permiten solucionar un problema. No es nuestro objetivo aquí y ahora perdernos en una discusión terminológica sino simplemente fijar como posición que las cosas que hagamos para abordar un problema, deben tener una razón, una justificación, orientándolas siempre a la máxima toma de datos, de información, un óptimo procesamiento y una evaluación métrica de los resultados.
Necesitamos pues una metodología que nos permita estructurar y desarrollar el proceso desde el análisis de los datos hasta la toma de la decisión adecuada. En primer lugar deberemos decidir qué herramientas vamos a usar, decisión compleja pues son muchas las posibilidades: diagrama de causa-efecto, diagrama de Pareto, diagrama de árbol, análisis de contraste, análisis de iceberg … la lista podría ser infinita, solo para el análisis. Para la toma de decisiones tenemos desde la típica lista de pros y contras hasta “El pequeño libro de las grandes decisiones” pasando por la programación lineal o la técnica de Simulación de Montecarlo.
Lo que sí está claro, sintentizando, es que previo a la toma de decisiones debemos recoger el máximo de datos (indicadores) posibles. Mejor si pueden ser cuantitativos y cualitativos y mejor también si podemos organizarlos de una manera gráfica que nos facilite su interpretación. A continuación deberemos identificar el problema, definir los criterios para la toma de la decisión y ponderarlos, evaluar las opciones de las diferentes soluciones posibles, elegir la que creemos mejor, aplicarla y finalmente evaluarla. Un proceso complejo en el que no podemos obviar nuestros posibles sesgos cognitivos.
En definitiva, se trata de usar las metodologías y las técnicas disponibles para enfocar nuestros objetivos al éxito. Quizá te podamos ayudar, ¿Hablamos? 😉
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